La Araucana: un contraste de mundos
La Araucana es un texto fundacional de la identidad chilena y de la cultura mapuche. Fue redactado por el señor Alonso de Ercilla y Zuñiga durante su estadía en Chile por motivos de conquista. Para la plena comprensión del contraste entre la perspectiva del conquistador español y la del aborigen araucano dentro de esta obra épica es de vital importancia enmarcar el perfil de ambos individuos dentro de sus sociedades y momentos históricos.
Primeramente se debe identificar al autor de
la obra de acuerdo a los registros históricos. Don Alonso de Ercilla nació en
Madrid el 7 de Agosto de 1553, ligado a la nobleza y hombre culto. Fue paje del
futuro Rey Felipe II, a quien dedicaría su obra La Araucana. Cuando el príncipe
marchó a Inglaterra a casarse con María Tudor, un joven Ercilla formó parte de
su séquito. Pero Ercilla no sólo acompañó a su príncipe en las lides del amor
sino que, producto de su época y de su ferviente deseo de aventuras al servicio
del Rey, decidió partir a las Indias.
Es
indiscutible que la Ercilla y Zúñiga fue un destacado miembro de la nobleza
española. En 1555, cuando ya había acaecido la muerte de Pedro de Valdivia en manos
araucanas, se embarcó el joven Alonso rumbo a las Indias. Salió del puerto de
San Lucár de Barrameda el 15 de Octubre. La nave capitana de la expedición
llevaba consigo a los nombrados Virrey del Perú y Gobernador de Chile, Andrés
Hurtado de Mendoza y Jerónimo de Alderete. Este último falleció en la isla de
Taboga producto de una fiebre tropical, en abril de 1556. Ese mismo año el gran
Emperador, Carlos V, abdicó a favor de su hijo Felipe II. Mientras tanto
nuestro autor siguió camino a Lima, donde permaneció hasta principio de 1557.
La primera
parte de la Araucana consta de quince cantos y se ocupa de narrar los comienzos
de la Conquista de Chile. Tiene una visión renacentista de paisaje y del hombre
americanos, Alonso de Ercilla describe las hazañas bélicas que protagonizan
españoles y araucanos, sin dudar ni un momento en alabar la valentía de los
naturales y todas las vicisitudes que debieron atravesar los conquistadores
para doblegar a la población en pos de la corona española.
Asi
como en el resto de América, la región Araucana vivía de una manera primitiva,
con un matrimonio perfecto entre su pueblo y la naturaleza. La actitud del
individuo araucano era de una total ingenuidad debido a su aislamiento con
respecto a los demás continentes previo a la llegada de los españoles, quienes
a su llegada al nuevo mundo transportaron consigo todo tipo de iniquidad
objetivándola en la población aborigen.
Esto
seria algo obvio, pues las edades cronológicas de ambos pueblos eran abismales.
Mientras en Europa brotaba la medicinal planta del renacimiento, y
particularmente en España florecía ya el siglo de oro, en América a penas se
estaba desarrollando la edad de hierro, en la que los indígenas comenzaban a
descubrir las propiedades de diversos metales, sin saber aún como emplearlos. Desde
luego, este proceso quedo inconcluso con la llegada de los conquistadores.
La
disimilitud entre la población araucana y la española se refleja claramente en
su cosmovisión. Los araucanos creían en el dios Soychu, el dios del bien al
cual no le rendían culto exterior ni ceremonias. Se cree que éste era el dios
Sol. Además tenían una divinidad maléfica que era Gualichu.
Creían que Soychu recibía a los indios después de su muerte. La principal
ceremonia religiosa consistía en una serie de rogativas, llamada ngillatum, la cual iba acompañada de
ritos, danzas y sacrificios humanos. Enterraban a sus muertos con todos sus
efectos personales y lo hacían en grutas.
Esta
cosmovisión poseía un carácter aberrante para los españoles, quienes acababan
de sufrir los duros regímenes obscurantistas medievales, pero su estado moral
permanece con los mismos parámetros dinásticos con los que absolutizaron a la
población araucana, cuya forma de estratificación y procesos políticos eran aun
parvularios, razón que facilitó la tarea de subyugación religiosa, política y
económica por parte de los europeos, pese a la dura resistencia presentada por
los indígenas durante largas décadas.
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ResponderEliminarBrenda