Dentro de la
compilación de cuentos Final del juego
del argentino Julio Cortázar, se sitúa como una obertura el relato Continuidad de los parques que da inicio
un juego en el que el escritor gradualmente envuelve al lector en una atmósfera
de suspenso creciente, hasta llegar al Final
del juego, relato con el cual concluye el libro mismo, no así la sensación
remanente de sorpresa debido a un final inesperado, impredecible por su
originalidad y características únicas en su estilo.
Uno de los temas
principales en la obra de Cortázar es la metafísica. Lo que para el resto del
mundo podría constituirse como una serie de conflictos existenciales sin
solución, se convierten en oportunidades para Cortázar, quien aborda el supuesto
problema desde una perspectiva lúdica, invitando a la imaginación del lector a
participar de su juego. Sin embargo, para poder participar es necesario seguir
ciertas reglas ya establecidas por el autor.
La primera regla se
remite al abandono de toda actitud pasiva en lo referente al texto, pues solo
adoptando un hábito de lectura comprometida, el lector podrá involucrarse en el
relato de manera tal que llegue a adentrarse en él traspasando los linderos
literatura – realidad, hasta fusionar ambos y convertirse en parte del relato.
Una vez dentro del
juego, la segunda regla es imprescindible, pues funciona a manera de un
instructivo que, inconscientemente, va indicando a la mente el camino que debe
seguir. Camino estratégicamente diseñado por el autor. Y en el caso particular
de Continuidad de los parques otorga
grandes liberalidades a la creatividad lectora, puesto que arbitrariamente son
omitidos casi todos los elementos indiciales, en función de convertirlo en un
relato abierto ante el despliegue de la percepción de las dos escenas que
contiene, así como de la recreación de ese parque abstracto y su continuidad
hacia la materialización.
El actante que está
sentado en el sillón de terciopelo representa al lector pasivo, inconstante,
que toma el libro de vez en cuando y suspende su lectura por cualquier
eventualidad. Ésta es la primera secuencia del relato, en la cual no se
encuentra anormalidad alguna, sino una atmósfera agradable, llena de libertad
por la escasez de indicios, que el lector puede y debe agregar mentalmente para
brindarle colorido y personalidad al relato.
En la segunda
secuencia es donde se encuentra la mayor disyuntiva. Inicia con la historia que
el primer actante está leyendo. A medida que el primer actante se deja llevar
por la lectura, la atmósfera se va llenando de euforia. El parque pacífico se
va enturbeciendo, abandonando la comodidad para sucumbir ante la turbulencia.
El actante ya no es un simple espectador distraído; puede sentir en carne
propia las pasiones y vivencias de los demás actantes: la pareja clandestina
que planea su asesinato.
El final de este
cuento es lo que lo distingue de muchos otros. El parque turbulento a ha
saltado del plano de la ficción para convertirse en real. La dimensión
subjetiva se ha fusionado con la objetiva, en la que nos encontramos, seguros,
cómodos, tal como el hombre sentado en el sillón de terciopelo en la calidez de
su estudio, y repentinamente, convertida su cabeza en el blanco de un asesino.
Éste hombre, el
actante, el lector o el protagonista, como quiera llamársele, podría ser
culpable de dos hechos: el primero, de descuidar a su mujer por darle prioridad
a los negocios, a tal punto que ella decidió buscar un amante que llenara
cualquier vacío dejado por su esposo. El segundo hecho se encuentra en el plano
real; el lector es culpable de no involucrarse en la lectura, pues deja pasar
el tiempo y cuando por fin se incorpora al texto, el texto mismo cobra vida y
hace justicia, vengándose del lector al ponerlo dentro del personaje que debe morir.
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