La industria del caucho
La
Fiebre del caucho constituyó una parte importante de la historia económica y
social de Colombia. Su auge tuvo lugar entre 1879 y 1912 experimentando, tiempo
después, un renacimiento entre los años de 1942 y 1945. El descubrimiento de la
vulcanización y de la cámara neumática en la década de los años 1850 dio lugar
a una fiebre extractiva del caucho. Debido a la importancia que tuvo este
acontecimiento industrial deviene el interés por parte de algunos escritores de
plasmar tal temática en sus obras. En este caso La Vorágine de Eustasio Rivera,
cómo lo dice un fragmento de su libro “El
ansia de riquezas convalece al cuerpo ya desfallecido, y el olor, del caucho
produce la locura de los millones.” p. 168.
José
Eustasio Rivera nace el 19 de febrero de 1888 en la ciudad de Neiva. Después de
que su madre le enseña las primeras letras, sus padres piensan en sus estudios
secundarios. Ingresa al colegio de Santa Librada. Lejos de la familia se
empieza a formar su personalidad literaria, aunque su rebeldía y poco acomodo a
las reglas del colegio ya son notorios. La familia se establece en San Mateo. Por
la Guerra de los Mil Días la familia de Rivera se traslada a Neiva. José
Eustasio vuelve a entrar en el colegio Santa Librada. Al poco tiempo es excluido
por su indisciplina. Es matriculado interno en el colegio San Luis Gonzaga en
un pueblo a 140 kilómetros de Neiva, llamado Mesa de Elías, pero es expulsado
de nuevo y vuelve al campo. Luego comienza a trabajar como portero escribiente
de la gobernación del Huila. En 1903 gana una beca para estudiar en la Escuela
Normal de Bogotá. A los tres años que pasa allí se involucra en actividades
políticas y empieza a publicar poesía.
En
Ibagué donde es inspector escolar vive en contacto directo con la naturaleza y
toma apuntes sobre la vida campestre que le servirán para su obra literaria. Se
hace amigo de Custodio Morales. Éste le cuenta misterios de la selva y de la
Casa Arana, una compañía multinacional explotadora del caucho. En 1916, antes
de graduarse, hace un viaje al interior del país. Ahí descubre el mundo de los
«llaneros» de Casanare y de los caucheros amazónicos. Su vocación literaria
nunca se separa de su sensibilidad social, y él intenta expresarla por medio de
la política. Le es ofrecido un puesto en la Cámara de Representantes y lo
acepta. Sin embargo, su normal funcionamiento se ve entorpecido a causa de la
influencia de los religiosos. Entonces viaja por segunda vez a los llanos
orientales. Se moviliza a Orocué y allí conoce lugares y personajes que
posteriormente serán los de su novela. El 22 de abril de 1922,
estando en Sogamoso, Rivera comienza a escribir La vorágine. Terminando la primera
parte de la novela es llamado a servir como secretario jurídico de la Comisión
Demarcadora de los límites con Venezuela. Otra oportunidad para conocer más a
fondo este aspecto de la geografía, determinante en su obra literaria. Recorre
el Orinoco y descubre el archivo personal del coronel Tomás Fúnez, personaje
real, cuya historia se cuenta en un pasaje de la novela. Se nutre de realidades
e injusticias sociales que al regresar, en 1923, manifiesta a la prensa y al
Congreso. Pero nadie expresa ni el menor interés por este asunto. Sin embargo,
continúa sus investigaciones sobre la Casa Arana y sus atrocidades. Los
resultados no se hacen esperar más. Exactamente dos años después de iniciada,
el 22 de abril de 1924, concluye La vorágine. El 25 de noviembre del mismo año,
el libro circula en las librerías de Bogotá.
La
trama se desarrolla en un pueblo llamado Casanare, desértico y alejado de la
ciudad. Lugar a donde huyen los enamorados Alicia y Arturo. “«¡los prenderán! No te queda más refugio que
Casanare. ¿Quién podría imaginar que un hombre como tú busque el desierto?»”
p.9.
La
industria del caucho incluía también la siringa, “Por entonces se trabajaba el caucho negro tanto como el siringa,
llamado goma borracha por los brasileños.” p. 184. “El gobernador Roberto Pulido, competidor comercial de sus gobernados,
no había establecido impuestos estúpidos; sin embargo, fraguábase la conjura
para suprimirlo. Su mala estrella aconsejó dictar un decreto en el cual
disponía que los derechos de exportar caucho se pagaran en San Fernando, con
oro o con plata, y no con pagarés girados contra el comercio de Ciudad
Bolívar.” p. 277.
Entre
los empresarios que habían invertido en la industria del caucho se encontraban
varios gobernantes, quienes a su vez se dedicaban también al tráfico humano “Dejando el Orinoco, pasarían por el
Casiquiare, y quién sabe qué dueño tengan ahora, porque allá dicen que abundan
los compradores de hombres y mujeres. El Palomo y el Matacano eran socios de
Barrera en este comercio.” p. 144. Entre los mismos empresarios llegaban a
traicionarse por dinero y hasta por obreros:
“––¿Y qué
dicen los empresarios contra Muñeiro? ¿Lo perseguirán?
-Acaso Muñeiro...
-Se fugó con peones y caucho, hace cinco
meses. ¡Noventa quintales y trece hombres!
-¡Cómo! ¡Cómo!
¿Pero es posible?”
p. 185.
El sector poblacional más vulnerable
ante la explotación correspondía a los indígenas “-Díganos usted qué gente era ésa.-Unos secuaces del coronel, que venían
de San Fernando a robar caucho y cazar indios. Todos murieron. Y es costumbre
colgarlos para escarmiento de los demás.” p.165. También en este pasaje se
observa la presencia indígena en las arduas faenas, y sobre todo como víctimas
del abuso de los empresarios y capataces
“El personal de trabajadores está
compuesto, en su mayor parte, de indígenas y enganchados, quienes, según las
leyes de la región, no pueden cambiar de dueño antes de dos años.” p. 173.
En
medio de la codicia por las riquezas producidas acontecieron varios genocidios,
uno de ellos se relata en este pasaje “Todos
aquellos ríos presenciaron la muerte de 10 gomeros que mató Funes el 8 de mayo
de 1913. Fue el siringa terrible -el ídolo negro- quien provocó la feroz
matanza. Sólo se trataba de una trifulca entre empresarios de caucherías. Hasta
el gobernador negociaba en caucho.” p.276. La ambición llegaba a extremos
en los que los mismos lugareños se convertían en atorrantes sádicos torturando
a sus subalternos junto con sus familias “los
capataces inventan diversas formas de expoliación: les roban el caucho a los
siringueros, arrebátanles hijas y esposas, los mandan a trabajar a caños
pobrísimos, donde no pueden sacar la goma exigida, y esto da motivo a insultos
y a latigazos, cuando no a balas de wínchester. Y con decir que fulano se
picureó o que murió de fiebres, se arregla el asunto.” p. 173.
En otro fragmento de la obra se relata
el atroz trato que tenía un capataz, supuestamente argentino, con los obreros “Lo que más me dolió de cuanto contaba,
fueron las inauditas humillaciones a que dio en someterlo un capataz a quien
llamaban El Argentino, por decirse oriundo de aquel país. Este hombre odioso,
intrigante y adulador les impuso a los siringueros el tormento del hambre,
estableciendo la práctica insostenible de pagar con mañoco la leche de caucho,
a razón de puñado por litro. Había llegado a las barracas del Guaracú con unos
prófugos del río Ventuario, y, queriendo vendérselos al Cayeno, convirtióse en
explotador de sus propios amigos, forzándolos con el fuete a trabajos
agobiadores, para demostrar la pujanza física de los cuitados y exigir por
ellos óptimo precio. Gerenciaba también el zarzo de las mujeres, premiando con
sus cuerpos aventajados la abyección de ciertos peones, y a fuerza de mala
índole ganóse el ánimo del Cayeno, hasta posponer al Váquiro mismo, que lo
odiaba y reñía.” p. 272, 273.
A lo largo de la obra Rivera plasma a manera de denuncia los
hechos de los que él mismo fue testigo, según lo indica en el prólogo de la
misma, la cual dirige hacia el S.S. Ministro, cuya identidad permanece
incógnita por designios del autor, quizás para protección del mismo. Las
escenas descritas son explícitas y revelan las atrocidades cometidas contra los
indígenas de Río Negro y de las regiones fronterizas con Manaos. La Vorágine es
el producto de una conciencia sensible ante la injusticia humana y un llamado a
los escritores a sincronizarse con la sociedad y sus necesidades.
Muy buen escrito, me gustó la conclusión, gracias
ResponderEliminarMuy buen escrito, me gustó la conclusión, gracias
ResponderEliminarPara servirle
Eliminar