jueves, 24 de abril de 2014

Santa Evita de Tomás Eloy Martínez


Santa Evita
                                                                  Tomás Eloy Martínez

          Santa Evita es una novela de 1995, escrita por el argentino Tomás Eloy Martínez. La obra es una mezcla de realidad y ficción; se centra en la primera dama argentina Eva Perón; y rastrea su cadáver embalsamado después de su muerte por cáncer a los treinta y tres años. El libro se convirtió en un éxito de ventas en Argentina y ha sido ampliamente traducido. En el mundo, se estima que ha vendido 10 millones de copias, que lo convierte en uno de los libros más vendidos de todos los tiempos.
La protagonista de la obra es María Eva Duarte de Perón. Ella nació en Los Toldos, Buenos Aires, el 7 de mayo de 1919 y murió en Buenos Aires el 26 de julio de 1952. También conocida como Eva Perón o Evita, fue una actriz y política argentina. Se casó con Juan Domingo Perón en 1945 y tras la asunción de este como Presidente de la Nación Argentina el año siguiente, Duarte se convirtió en primera dama.
El autor de la obra es Tomás Eloy Martínez. El escritor nació en Tucumán el 16 de julio de 1934 y murió el 31 de enero de 2010. Fue un cronista y crítico argentino. Era ya uno de los críticos cinematográficos más importantes de su país, pues había publicado el ensayo Estructuras del cine argentino en 1961, y fue jefe de redacción del semanario Primera Plana, cuando irrumpió en la narrativa con su primera obra de ficción, la novela Sagrado en 1969.
El argumento narra la historia de Eva Perón durante su agonizante enfermedad hasta después de su muerte. Se trata de la historia de su cadáver. “Pasaron los meses y la realidad, sin embargo, siguió ocupándose de ella. Para satisfacer la súplica de que no la olvidaran, Perón ordenó embalsamar el cuerpo.” p. 8. El cuerpo embalsamado de Evita tuvo un accidentado viaje por veintidós años como lo había hecho en su viaje de la vida real de treinta y tres años. Ella fue una figura política durante seis años, como la esposa de Perón, pero su cadáver había influido en la política argentina durante más de dos décadas y ha creado una historia extraña, convirtiéndose en parte de la mitología argentina. Evita murió en 1952, pero su cuerpo se mantuvo a la espera de tres años para la construcción de un monumento, que nunca fue construido. En 1955 los militares derrocaron a Perón y escondió el cuerpo por diez y nueve años. Fue traído de vuelta de un cementerio en Milán para un entierro apropiado en el cementerio Recoleta de Buenos Aires en 1974.
La dictadura militar trató de ocultar el cuerpo embalsamado para evitar que se convirtiera en un punto de encuentro contra el régimen. “En junio de 1952, siete semanas antes de que Evita muriera, Perón lo convocó a la residencia presidencial. –Ya se habrá enterado usted de que mi mujer no tiene salvación –le dijo–. Los legisladores quieren construirle en la Plaza de Mayo un monumento de ciento cincuenta metros.” p. 12. Esta responsabilidad es asignada a Col Moori Koenig del servicio de inteligencia militar. Se mueve de un escondite a otro en la ciudad de Buenos Aires. Pero él, sus colegas de proyecto, y sus familias, se reúnen después de atravesar varias vicisitudes. Sin embargo, Koening y sus colegas, quedan hipnotizados por el cuerpo y se obsesionan con él. Ellos se apegan emocionalmente al cadáver y llegan a un punto en el que no pueden vivir sin el cuerpo.
El embalsamador español, doctor Ara, quien es contratado para embalsamar el cuerpo de Evita, también se obsesiona con el cuerpo, aunque con otros intereses. El doctor Ara considera que el cadáver embalsamado es su obra maestra y es más posesivo con ella aún más que la familia de Evita. Para conservar el cuerpo en su poder, el doctor Ara hace varias copias de cera del cuerpo de Eva, con el propósito de engañar a los demás. Este fue el primer desafío que tuvo que atravesar Col Koenig para identificar el cadáver. “En el último se exponía el nombre verdadero del autor –Carlos Eugenio de Moori Koenig– y se revelaba la existencia de tres copias idénticas al cuerpo, enterradas con nombres falsos en Rotterdam, Bruselas y Roma.” p. 32
La dictadura militar prohibió cualquier referencia pública a Perón o Evita. De ahí en adelante se referían a ella, tanto en las conversaciones como por correspondencia, como la difunta, esa persona, esa mujer… Al mismo tiempo, los seguidores y los fanáticos de Evita, que se hacen llamar como el Comando de la Venganza, logran localizar los escondites, y ponen flores y velas junto al ataúd, a pesar del extraordinario control de seguridad.
Otra sorpresa sobrevino al amanecer siguiente. Sobre la calle, bajo los estribos del camión, ardían dos velas altas, torneadas. Las apagaba la brisa y la llama renacía sola tras una rápida chispa. El Coronel ordeno que las retiraran en seguida pero, ya entrada la noche, había otra vez flores esparcidas bajo el chasis, junto a un racimo de candelas que exhalaban luces apenas visibles, como deseos. Junto a la caja se arremolinaban unos toscos volantes mimeografiados, con una leyenda explícita: Comando de la Venganza. Y al pie: Devuelvan a Evita. Déjenla en paz.” p. 89.
Finalmente, el cuerpo es enviado fuera del país a un cementerio de Milán, mientras las copias del cuerpo son enviadas a otras ciudades europeas para engañar a los que tratan de seguirlo.

Esta obra ha recibido varias críticas. Se dice que en la novela, se da una especie de mezcla entre la historia, el chisme y la leyenda. Sin embargo, brinda una perspectiva aislada de la vida de Evita, por lo que la lectora o lector no alcanza la suficiente comprensión de la poderosa influencia que ha ejercido sobre Argentina.

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