Situación del libro y las lecturas en la Época Colonial y Post-Independentista en Honduras
(1600 - 1876)
Desde el perídodo colonial Honduras fue una provincia con limitada producción cultural y educativa. Los libros y la actividad cultural antes de la Reforma de 1876 eran escasos y al alcance de muy pocas personas ligadas a las clases que tenían el poder. Los principales factores de este atraso eran la ausencia de imprenta y la intervención eclesiástica a través de la Inquisición.
A pesar de las limitantes, Miguel Ángel García menciona que en el siglo XVI el primer compatriota que escribió un libro fue don Francisco Carrasco de Saz; mientras que Héctor Leyva ha rescatado dos obras de otro de los primeros editores hondureños que publicó libros: Antonio de Paz y Salgado, quien redactó Las luces del cielo de la Iglesia y El mosqueador añadido, probablemente primer relato literario publicado por un hondureño.
Entre los literatos hondureños más destacados de esa época se encuentran Juan Cerón; Juan Ugarte (1662); José Lino Fábrega (1746 - 1797); y el más notable intelectual hondureño José Cecilio del Valle, quien poseía la biblioteca más grande de Centroamérica. Otras personas que poseyeron importantes bibliotecas fueron el padre José Simón de Celaya, Rafael Heliodoro Valle y Dionisio de Herrera.
A pesar de que existía un deseo inminente por el intelectualismo, en Honduras al final del período colonial, lo que dominaba era la circulación de libros y lecturas de corte religioso debido al poderío de la Iglesia Católica y al dominio colonial español.
Después de la Independencia de Centroamérica en 1821, la difusión de libros se amplió en la región, sobre todo porque desaparecieron los controles de la Inquisición. En 1828 finalmente llega la imprenta a Honduras por medio del General Morazán. Este hecho marca un incremento notable en la producción de impresos en Honduras en comparación con la del período colonial.
Hacia los años treinta del siglo XIX se publican los primeros libros en el país. Según Rafael Heliodoro Valle, el primer volumen publicado en Honduras fue escrito probablemente por el italiano Domindo Dárdano en 1836, cuyo título era Primeros rudimentos de aritmética, propuestos por el presbítero Domingo Dárdano, director y catedrático de Gramática en el Colegio de Comayagua para el adelantamiento de sus alumnos. El segundo libro publicado en el país, y en teoría el primero de un hondureño, fue Cartilla forense de Pedro Pablo Chévez en 1853.
Otro factor importante en la ampliación de la cultura libresca en el país fue la fundación de la Universidad, creada formalmente el 11 de agosto de 1847 durante el gobierno de Juan Lindo, a partir de la Academia Literaria del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, que en 1845 habían creado en Tegucigalpa el padre Reyes junto con Januario Girón, Máximo Soto y Alejandro Flores.
Luego empezaron a florecer las primeras librerías en el país, hacia mediados del siglo XIX. La más antigua de ellas probablemente sea la de don Santos Valle, en 1836. Posteriormente, en 1850, un extranjero a quien la gente llamaba "Monsiur" estableció otra librería también en Comayagua. En 1860 la señora Manuela Vigil estableció un negocio de venta de libros en Tegucigalpa.
El auge del libro y las actividades culturales de este período propician la formación de la generación de intelectuales que fueron actores sociales importantes en el proceso de la Reforma Liberal de 1876.
Libros y lecturas desde la Reforma Liberal de 1876 hasta 1930
En este período se produjo en Honduras el mayor adelanto educativo del siglo XIX, el cual provocó transformaciones culturales que repercutieron notablemente en el desarrollo de la "cultura nacional" y en las representaciones y prácticas sobre los libros y las lecturas en el país.
Con respecto a la educación, uno de los mayores logros conquistados por la Reforma Liberal de Marco Aurelio Soto consistió en la abolición del tradicional sistema educativo escolástico, reemplazándolo por el sistema educativo positivista, centrado en la tecnología y en la ciencia. Fueron reemplazados también los libros con tendencias religiosas por libros con carácter científico.
Así la separación entre Iglesia y Estado quedó establecida y desde entonces el Estado asumió la responsabilidad de impartir conocimientos. Rápidamente se notaron los avances en el campo educativo.
Del progreso educativo se derivó un factor importante que impulsó las lecturas en el país: la formación de la clase letrada que logró materializar muchos de los ideales de la Reforma. En esta clase letrada se encontraban los reformadores al agrupar a los jóvenes intelectuales universitarios, quienes se nutrieron también de los conocimientos de extranjeros, destacados en diversas áreas del saber, y que arribaron al país para aportar sus conocimientos.
Los frutos de esta clase letrada se manifestaron claramentee con una vasta producción literaria y artística que fue promovida por los medios de comunicación colectiva, principalmente del periódico, medio que se consolidó con la apertura de la Tipografía Nacional. Esta tecnología permitió la difusión masiva de libros de todo tipo, tanto nacionales como internacionales.
Ya a finales del siglo XIX Rómulo Durón hace una compilación llamada Honduras literaria que contribuyó notablemente al desarrollo, conocimiento y cimentación de la literatura hondureña.
En este período se popularizaron las lecturas de periódicos y revistas, debido a su bajo valor monetario. La expansión del periódico contribuyó a formar la primera generación de periodistas del país. Por otra parte, las revistas fueron un medio de comunicación significativo para popularizar la lectura. También se fundaron importantes revistas en los diferentes gremios existentes en la época.
En las primeras décadas del siglo XX, el desarrollo de los medios impresos formó una comunidad de lectores entre las clases altas, aunque también se leía entre las clases medias y bajas gracias a la alfabetización.
El desarrollo y crecimiento de los medios impresos dio lugar a la creación de las bibliotecas en la ciudad, y sobre todo a la creación de la Biblioteca Nacional. En ella se registró la historia de nuestro país, forjando la identidad nacional en los ciudadanos lectores. También en ella se organizaban veladas literarias y culturales, pero sobre todo se convirtió en acervo principal de los intelectuales, quienes emprendieron estudios en el proyecto de construcción nacional.
Junto a las bibliotecas y librerías se crearon también instituciones y organizaciónes culturales, científicas y literarias, que albergaron tertulias, veladas, juegos florales literarios y otros espectáculos artísticos como la música y el teatro.
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